sábado, 6 de febrero de 2016

Las inscripciones hebreas en el sepulcro de Fernando III de Castilla

                La curiosa historia del sepulcro de Fernando III de Castilla
Si ha habido un rey importante para la historia de la capital hispalense, ese fue Fernando III de Castilla. Más conocido como San Fernando, este rey que pasó el final de su vida en la capital andaluza conquistó a todos más allá de cualquier religión, por lo que las tres principales que dominaban la Sevilla del siglo XIII están presentes en el epitafio de su sepulcro, donde no falta una mención especial a Sefarad.
Era 30 de mayo de 1252 cuando Fernando Alfónsez de Borgoña, rey de Castilla, León y Sevilla, fallecía en la ciudad en la que había establecido años atrás su residencia. La capital del Guadalquivir se vestía de luto ante tan trágica pérdida y su catedral se preparaba para recibir su féretro.
Veintisiete años después de la muerte de San Fernando, su hijo, Alfonso X El Sabio, mandó construir un sarcófago para conservar los restos de su padre. Esta tumba realizada en 1279 cuenta con una inscripción en hasta cuatro lenguas. De esta forma, hebreo, árabe, latín y castellano están presentes en la tumba de Fernando III como reconocimiento a un rey que convirtió a la península en la gran potencia.
El epígrafe hebreo dice, en representación del mundo judío: “En este lugar está el sepulcro del Rey grande Don Fernando, señor de Castilla y de Tolaitola, y de León y de Galicia, y de Isbilya y de Cortova y de Murcia, y de Jaén. Esté su alma en el Huerto Edén. El que conquistó toda Sepharad, el Recto, el Justo, el prudente, el Magnífico, el Fuerte, el Piadoso, el Humilde, el que temió a Dios y le sirvió todos sus días; el quebrantó y destruyó a todos sus enemigos, y ensalzó y honró a todos sus amigos, y conquistó la ciudad de Isbilya, que es cabeza de toda Sepharad, y murió en ella en la noche del día segundo y vigésimo día del mes de Sivan, año cinco mil y doce de la creación del Mundo”.
Esta inscripción hebrea que se encuentra en el sepulcro de este santo adorado por todos los sevillanos sirve como muestra de la importancia de Sevilla para el mundo sefardí. Pues en ella se señala que la ciudad llegó a ser centro de Sefarad, por lo que queda constancia directa de que contó con una de las juderías más importantes, en un tiempo en el que lo judío era trascendental en el mundo. Y en este tiempo, Fernando III de Castilla logró grandes conquistas, tal y como se señala en su esquela, siempre reconocido por hacer las cosas contentando a todas las partes.

Es por la adoración que el pueblo judío residente en Sevilla le tenía a este rey que dejó una huella sumamente importante en la ciudad, el motivo por el que su tumba, que actualmente sigue encontrándose en la Santa Iglesia Catedral de la capital hispalense, se incluye como parte transcendental de la judería sevillana. Y es que desde que Fernando III hiciera la famosa entrada el 22 de diciembre de 1248 en la ciudad, su presencia en Sevilla siempre estuvo caracterizada por la paz en sus relaciones con el pueblo llano y con otros reinos, de ahí el agradecimiento eterno de las diferentes religiones ante su muerte.
Aunque si hablamos de conmemoración, la mayor que se le hizo tras su muerte fue su canonización en 1671 y que fue llevada a cabo por el Papa Clemente X. Un proceso que no fue nada fácil, pues la tarea para buscar argumentos que constataran tal santidad fue dificultosa. Tanto es así, que el trabajo duró un total de tres largos años en el que el famoso Bartolomé Esteban Murillo se encargó de asumir tal responsabilidad. Un título que a pesar de ser de suma importancia para el mundo cristiano en el que se incluía el Rey San Fernando, era reconocido por todos como símbolo de agradecimiento ante los servicios de éste en vida. Si algo caracterizó a Fernando III fue su diplomacia antes de la guerra y su más profundo respeto al mundo judío y converso, algo que llevó a que todos, sin excepción, le agradecieran sus gestos incluso tras su muerte.
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