martes, 23 de febrero de 2016

El Palacio de Altamira y su importancia en la judería sevillana



La antigua Sefarad encontraba en la judería sevillana una parte fundamental de sí misma. Las huellas de esta cultura, una de las más relevantes que hayan pasado por la capital hispalense, tenían una de sus mayores expresiones en el hoy Palacio de Altamira y su calle San José.
Un año fundamental para entender cómo se asentó la cultura judía en Sevilla es 1248. En esta fecha, Fernando III de Castilla conquista la ciudad y trae de otras ciudades, como Toledo, población judía, a la que considera muy adecuada por su espíritu laborioso y emprendedor,  además de para repoblar y ayudar a rehacer la ciudad después de la guerra a la que consecuentemente fue sometida la Sevilla musulmana.

Le proporciona a los judíos una zona de la ciudad para que se establezcan, así como la cesión de tres de las mezquitas entonces existentes, para que la transformen en sinagogas. En una de estas zonas se sitúa se sitúa la céntrica calle San José.

La judería sevillana, la “última” de la que se tiene algo más de conocimiento y una de las más trascendentes de la antigua Sefarad. En los actuales barrios de Santa Cruz y San Bartolomé, Sevilla se encontraba amurallada y contaba con puertas tan significantes para la historia de la ciudad como la de la Carne, entonces llamada por los árabes Bab Al Yahuar (Puerta de las Perlas), o también conocida como Puerta de Minjoar, nombre de una importante familia judía que residía por la zona.

Si algún edificio  hay que destacar de los lugares colindantes a la Calle San José, es el Palacio de Altamira, situado en la Calle Santa María la Blanca y uno de los monumentos que más recuerdos sigue conservando de los judeo-españoles en Sevilla
Sabemos por las investigaciones arqueológicas, que en el solar que hoy ocupa el Palacio de Altamira existió en época almohade, a través del hallazgo de una construcción que se identifica como una vivienda. De su entorno se conoce una mezquita, unos baños y un pequeño zoco, lo que indica que a su alrededor se desarrollaba una intensa vida urbana.

Poco después, una vez expulsados los vencidos almohades, la zona pasa a ser la Aljama o barrio judío, participando también sus habitantes de forma intensa en la vida comercial y económica de la ciudad, así como en las necesidades del Reino de Castilla. Como  muestra de ello sabemos que el cargo de Contador Mayor y Almojarife (tesorero) del reino, estuvo en manos de personajes judíos de gran relevancia, como D. Yucaf Pichón (cuya historia queda íntimamente ligada a los sucesos de 1391), que habitaron las ricas casas halladas en este solar. El asalto a la judería del 6 de Junio de 1391, propició que estos terrenos pasaran a manos del Justicia Mayor de Castilla, Don Diego López de Estúñiga, que levantó sobre ellos el edificio que existe en la actualidad tras haber sido rehabilitado.


Durante los trabajos de rehabilitación e investigación, han aparecido elementos arquitectónicos como restos de artesonados, columnas, capiteles, etc. Restos que datan de entre los siglos XIV  al XVII y que nos hablan de la riqueza del trabajo de madera dentro del arte mudéjar sevillano en artesonados, entre los que se encuentran los que conforman la más variada y extensa colección conocida de elementos de carpintería medieval, no superada por ningún museo de Europa. Así pues, podemos destacar las grandes járcenas talladas con epigrafía coránica, del siglo XIII, y que son, por sus características, únicas en el mundo.

Este edificio hoy también atesora restos de frisos de yesería policromada, pinturas murales, alicatados del pavimento, zócalos, umbrales y fuentes. Algunos de estos restos son producto de las excavaciones de las viviendas judías de tiempos del Rey Don Pedro I (siglo XIV) y otras procedentes del gran edificio mudéjar que sobre ellas edificó el Justicia Mayor de Castilla después del 1391, quién mandó construir el actual Palacio de Altamira, teniendo como referencia la importante imagen que proyectaba en la ciudad los Reales Alcázares. Desde estos primeros momentos, este importante palacio situado en la zona judía tenía dos partes diferenciadas, una pública y otra privada, cada una con sus respectivos patios. Una muestra más de su afán por parecerse a los Reales Alcázares.
Son estos patios lo que siempre llamó la atención del Palacio de Altamira. En el conocido como patio menor sobresalían los fustes y capiteles que enlazaban tres épocas importantes para la capital hispalense: romana, califal y almohade. Además, también se podían encontrar restos mudéjares como alicatados o yeserías.

Junto a este patio se encontraban la Qubba o Salón del Trono, un ejemplo de las diferentes estancias públicas situadas en el recinto. Además, hay que añadir que la segunda planta del palacio no se construye hasta el siglo XVII y fue fruto de la necesidad de crear un salón oratorio. Lugar junto al cual se situaban los aposentos del Duque, que a su vez tenía vistas hacia los grandes jardines y huertas con los que contaba el palacio, y que hoy forman parte del recuerdo, aunque sí que se conservan algunos restos expuestos en el museo y que fueron encontrados tras las excavaciones arqueológicas que se realizaron.

Este importante palacio judío, que desde el 8 de noviembre de 1990 es reconocido como Patrimonio Histórico de España, estuvo sometido a una rigurosa labor de restauración y rehabilitación durante la última década del pasado siglo XX, y en la actualidad aloja a la sede central de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

La Calle San José y el Palacio de Altamira se convierten así en partes fundamentales de la que fuera una de las juderías más relevantes de Sefarad, y una muestra más de que las huellas que dejó la cultura judía en Sevilla están lejos de borrarse.

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